Hay muertes que indignan y otras que además nos llenan de coraje. Las más de 40 mil muertes de una malograda guerra contra el narcotráfico nos indignan a todos. Los cientos de argumentos que pudiera tener el presidente Calderón para justificar su guerra, no valen una sola de esas vidas.
Mal planeada, pensada quizás como recurso de legitimación, la guerra del presidente Calderón ha fracasado; a pesar de que no la justifico, es evidente que el crimen organizado, su control sobre regiones enteras del país, su penetración a instituciones políticas y de gobierno son una realidad que podría explicar la reacción del gobierno y la sangre derramada; pero ¿qué obscena realidad lleva al asesinato de un poeta?
La muerte en Guatemala de Facundo Cabral el sábado 9 de julio, nos llena de vergüenza y de coraje. Vergüenza porque el oprobio nos mancha a todos los latinoamericanos, coraje porque la acción criminal no se detiene ante nada y sólo nos quede nuestra propia valentía para enfrentarla.
Roque Dalton fue asesinado en San Salvador, otra muerte que aún nos duele; muchos años más atrás, fue muerto en Granada, España, Federico García Lorca, hace sólo unos meses, en México, fue asesinado el hijo del poeta Javier Sicilia. El denominador común de estas afrentas a la vida y dignidad humanas, no es sólo que las víctimas sean poetas; sino artistas comprometidos con su pueblo, así, los asesinos le hacen el trabajo sucio a quienes no les conviene que la sociedad se movilice, se organice y defienda su derecho a una vida sin sobresaltos, con libertad y pleno respeto a la ley.
Con la muerte de Facundo Cabral culmina una época de la poesía y la música en Latinoamérica. Cabral fue un poeta cuyas canciones, de sencilla y suave musicalidad, calan en lo profundo de nuestras conciencias y de nuestro espíritu. La primera vez que escuché “No soy de aquí”, me invadió una energía libertaria que como radiación de fondo del universo, todo lo llena y aún permanece conmigo. Muchos jóvenes de aquellos años modelamos nuestras vidas a partir de la filosofía existencial que puede aprenderse en las canciones de Facundo Cabral, la juventud de ahora también lo podrá hacer, pero no disfrutarán más de la benéfica presencia del artista; nos lo han arrebatado.
Facundo Cabral nació en la Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina en 1937. Tuvo una infancia muy difícil y encontró su vocación de artista una vez que escuchó recitar a un “paisano” el Sermón de la Montaña. Pacifista, con ideas libertarias anarquistas, era un asiduo lector de Jorge Luis Borges y Walt Whitman.
Nada puede reparar la trágica pérdida del poeta, sólo nos queda revitalizarnos con sus canciones y seguir su ejemplo. Hace unos años escribió una nota autobiográfica:
"Fue mudo hasta los 9 años, analfabeto hasta los 14, enviudó trágicamente a los 40 y conoció a su padre a los 46. El más pagano de los predicadores cumple 70 años y repasa su vida desde la habitación de hotel que eligió como última morada".
Esta nota, muestra la grandiosa humildad del cantautor, descanse en paz, quien reconoció a todos los países del mundo como su patria, el mismo que no fue de aquí, ni fue de allá: Facundo Cabral.
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