En el campo de la política, el poder no es algo que resulte de un simple desplazamiento de los contrarios por el grupo vencedor; si bien implica una competencia, en ocasiones ruda, la victoria de un grupo sobre los otros nunca es absoluta, y la derrota tampoco es definitiva. El poder en la política es algo que se negocia permanentemente.
Se podría alegar que hay casos en los que un actor social prácticamente elimina a sus oponentes y asume de manera total el poder; es cierto, pero cuando eso sucede, casi siempre el triunfador hace uso de la fuerza o la violencia armada y eso ya no es política, es la guerra. En Oaxaca, los actores políticos no llegan aún al conflicto bélico, siguen, con todo y ciertas irregularidades, ubicados en el campo de la política.
La alianza que respaldó la candidatura del actual gobernador Gabino Cué Monteagudo, se enfrentó en la etapa electoral a un PRI desgastado por sus problemas internos, desprestigiado ante la opinión pública nacional e internacional después del conflicto del 2006 que ciertamente no supo manejar, pero sobre todo, la alianza gabinista tuvo ante sí a un PRI rechazado por un gran número de ciudadanos cansados de su estilo autoritario y patrimonialista de gobernar durante más de ochenta años.
La alianza triunfadora, por su parte, supo diseñar e instrumentar una estrategia correcta, con la que pudieron convocar a la ciudadanía y hacer valer su voto, ganaron las elecciones, pero hoy muestran su vulnerabilidad al verse en la necesidad de mantener su estatus construyendo su poder mediante la continua negociación con una gran diversidad de actores políticos. Lo anterior no es algo incorrecto, al iniciar este artículo dije que el poder se construye con base en negociaciones; pero es el caso que, si no se planean cuidadosamente las “asimilaciones” al poder, puede devenir en un caos, y en vez de establecer un equilibrio, puede provocar conflictos.
Al actual bloque gobernante se le plantearán varias situaciones interesantes durante su gestión (2010-2016). Durante los primeros dos años, de los cuales uno corre ya, su relación con el gobierno panista de Felipe Calderón está siendo muy cuidadosa, casi diplomática, pues de esa relación depende el flujo de recursos hacia el estado. De entrada, el gobierno calderonista ya envío un mensaje: no habrá transferencia masiva e incondicional de recursos. Felipe Calderón observará, hasta el más mínimo detalle, el desempeño del gobierno de Gabino Cué en los aspectos prioritarios para aquel; uno de esos aspectos, es la carrera hacia el 2012.
Las relaciones del actual gobernador de Oaxaca con Marcelo Ebrar y con Andrés Manuel López Obrador, sugieren que sus favores se orienten al apoyo de cualquiera de los dos personajes, quienes quieren asumir la presidencia de la república. Lo anterior implicaría una ruptura con el PAN y desde luego con el gobierno de Felipe Calderón; si esa fuera la situación, ¿qué pasará con los panistas que hoy forman parte del gobierno del estado? Hay quienes piensan que un escenario nacional que reproduzca la experiencia de Oaxaca en el 2012 es posible, si así fuera, un posible candidato a la presidencia, sería el propio gobernador de Oaxaca, quien ya fue probado en los hechos; pero hasta ahora, ese escenario es poco probable.
El tema sobre el que reflexionamos no es de ningún modo trivial para el actual bloque gobernante, del 2013 al 2016, ¡cuatro años! La administración de Gabino Cué Monteagudo, se desarrollará bajo los dictados de quien triunfe en las próximas elecciones federales, de modo que es crucial diseñar una estrategia que dé respuesta a diversos escenarios.
Uno de ellos, es el que se configura si el PRI gana las elecciones del 2012. La probabilidad de que Enrique Peña Nieto gane las elecciones no es nada despreciable, en las recientes encuestas de orientación del voto, se lleva más del 50% de las preferencias. La posibilidad de este escenario, sugiere la necesidad de que el gobernador Gabino Cué, identifique un canal de interlocución con el eventual presidente Peña Nieto, que desde luego deberá tener sello priísta. ¿Estará este canal de interlocución en proceso de construcción? Puede ser. Los priístas oaxaqueños lo saben y eso explica en parte su lucha interna por adueñarse de la dirección del Partido Revolucionario Institucional.
La dificultad de los priístas reside en la diversidad de sus intereses y es muy difícil imaginar que logren pactar motu proprio. Quizás por eso ha ido ganando adeptos la idea de que sea el comité ejecutivo nacional del PRI quien convoque a la unidad en Oaxaca mediante un delegado fuerte y neutral. Mientras tanto, los diferentes grupos, incluyendo al de Eviel Pérez Magaña, actual dirigente de ese partido, han roto lanzas por sus propios intereses y sostienen ahora una lucha encarnizada.
No será fácil renovar a la dirigencia del PRI, como algunos desean; quien se proponga sustituir al actual presidente de ese partido, deberá aparecer ante los priístas como alguien probo, de reconocida militancia y sobre todo, sin compromisos con ninguna de las facciones en pugna. Si el comité ejecutivo nacional no “amarra” al sustituto de Eviel Pérez Magaña, lo hará el bloque gobernante en Oaxaca, porque será un elemento estratégico en un escenario nacional en el que el PRI gane las elecciones presidenciales. Si por el contrario, el comité ejecutivo nacional respaldara a la actual dirigencia del PRI en Oaxaca, Eviel Pérez Magaña sería el hombre fuerte, por su cercanía con Enrique Peña Nieto, con todo lo que ello implica.
Así pues, el PRI en Oaxaca es un elemento clave a considerar para reconfigurar la nueva base del poder del actual bloque gobernante ¡paradojas de la política! Por eso ahora, ese partido es la manzana de la discordia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario