No esperaban los militantes del PRI, y creo que ni los analistas políticos, una derrota tan contundente, como la que sufrió ese partido en las pasadas elecciones del 4 de julio. Las causas que provocaron el desastre priísta en Oaxaca, quedarán como tema de investigación académica por algunos años, pero es posible adelantar algunas reflexiones a partir de lo que sucedió y analizar sus posibles consecuencias.
Los resultados de las elecciones del 4 de julio en Oaxaca, son la expresión de la voluntad de los electores y estos votaron de manera que: la mayoría de los votos la obtuvo el PRI; pero la suma de los votos contra el PRI, lo hizo perder las elecciones.
Pareciera ser, entonces, que la voluntad de los votantes es que Oaxaca sea gobernada mediante un régimen de minorías pluripartidista. La característica de un régimen de este tipo es que la voluntad ciudadana reconoce lo que no quiere y coincide, parcialmente, en aquello que favorece a sus intereses.
Otra interpretación de los resultados del 4 de julio, es que los votantes prefieren que siga gobernando el PRI; pero la estrategia de las dirigencias de los partidos PAN, PRD, Convergencia y PT, permitió sumar los votos de las minorías para “construir” una mayoría virtual. Las características de un régimen de mayoría virtual, sería que su voluntad sólo reconoce aquello que no quiere; pero no es necesariamente coincidente en aquello que sí quiere, porque su unidad es virtual, es decir, producto de decisiones instrumentalmente estratégicas de las dirigencias partidistas.
La posibilidad de interpretar los resultados de las elecciones del 4 de julio como la expresión de la voluntad de los votantes, en el sentido de construir un régimen de minorías pluripartidistas, me parece que debe entenderse como un avance de la democracia en Oaxaca; pero una lectura donde cabe la posibilidad de construir, a partir de las votaciones del 4 de julio, un régimen de mayoría virtual debería preocuparnos porque plantea varios problemas sobre los que habrá que reflexionar. Uno de ellos es, si es válido en una democracia construir mayorías virtuales, ya que hace a un lado cualquier diferencia ideológica y programática, para avalar, sin reconocerlo, la figura de un caudillo. Los partidos entonces, perderían su razón de ser y la voluntad popular estaría sujeta a acuerdos cupulares de las dirigencias partidistas.
Se podría argumentar en contra, que la hipótesis de un régimen de mayoría virtual no se sustenta, porque la mayoría votó por el mismo candidato. Desde luego que muchos votaron por el mismo candidato, en este caso, Gabino Cué, pero por diferentes, digamos, canales ideológicos, orgánicos y programáticos; en otras palabras, dieron su voto por un mismo candidato, sin abandonar sus preferencias partidistas. Esto plantea el problema de la legitimidad del proceso democrático y de la pertinencia de las leyes que lo regulan, porque en sentido estricto, el principio de legitimidad democrática no admite mayorías virtuales.
En la práctica, tanto un régimen de minoría pluripartidista, como uno de mayoría virtual plantean el problema de la eficacia del gobierno que se sustente en esos tipos de regimenes. En el primer caso, el problema refiere a cómo establecer mecanismos que garanticen la construcción de consensos en el gobierno, vistas las diferencias ideológicas y programáticas de sus componentes; otro problema es el de cómo evaluar los resultados de las acciones de gobierno, puesto que desde una perspectiva ideológica una acción de gobierno se puede calificar como un éxito, y desde otra como un fracaso.
Bajo el supuesto de un régimen de mayoría virtual, los problemas prácticos son, básicamente, de congruencia: la construcción del gobierno debe dejarse en manos del caudillo, sin importar las diferencias ideológicas y programáticas; de lo contrario, la virtualidad de la mayoría comenzaría a operar en contra del supuesto caudillo y se desarrollaría técnicamente un golpe de estado, a cargo de la fuerza más hábil dentro de los que componen la mayoría virtual.
No sabemos con precisión cuál es el mensaje de las votaciones del 4 de julio, pero ante el hecho consumado de la derrota del PRI, valdría la pena explorar las dos hipótesis anteriores. La del régimen de minorías pluripartidistas, se irá fortaleciendo si en la próxima legislatura se construye una fracción parlamentaria integrada por el PAN, PRD, Convergencia Y PT, con un coordinador plenamente identificable, y si dicha fracción evalúa las iniciativas y los logros de las acciones del gobierno en el mismo sentido.
La segunda hipótesis, irá cobrando fuerza si el poder ejecutivo del gobierno de Oaxaca, se integra mediante una lógica de “control de espacios” y cada partido político reclama, por encima de su antes candidato de unidad, su cuota de poder, y si en el congreso, no se evalúan las iniciativas y logros del ejecutivo en el mismo sentido, por todos los partidos de la antigua coalición.
Al PRI y a sus partidos aliados les toca jugar el papel de factor de gobernabilidad, de lo contrario, estarán destinados a perder la base social que lo presenta como la mayoría partidista en Oaxaca. Otro riesgo para el PRI, es que el PAN, con la fuerza de su poder económico, mine esa fuerza y construya su hasta ahora débil estructura partidista; Bueno, en realidad será un riesgo para todos los demás partidos. Pero ese es otro tema para reflexionar.
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