El 17 de julio de 2010, el artista plástico Francisco Toledo cumplió 70 años de edad. “ Son muchos años- dijo- creo que ya me pasé”. La proverbial ironía de Toledo, ha sido comentada en más de una ocasión por propios y extraños. Si señala para sí como un exceso el haber vivido ya setenta fructíferos años, ¿qué no se podrá decirse de aquellos que viven sangrando al pueblo, dañando al próximo y dejando sólo inmundicia a su paso?
El México de la cultura celebró ayer el cumpleaños de Francisco Toledo, todos nos felicitamos de tenerlo con nosotros, produciendo, dando de sí mismo con generosidad, compartiendo su arte y su genialidad con todo aquel que pueda y quiera apreciarlos.
Quizás una gota de tristeza amargue el festejo, y es que este mismo año, apenas un mes antes, murió Carlos Monsiváis, su amigo de mucho tiempo. “Lo siento mucho, Maestro”, le comenté a modo de pésame, “al menos ya está descansando”, me respondió. Me dio la impresión que veía en la muerte de su amigo, la paz que él mismo necesita.
El Maestro ha dicho en repetidas ocasiones que se siente cansado, que le cuesta trabajo hacer algunas cosas. En una plática con Leonardo Da Jandra, quien le preguntó si se arrepentía de todo el bien que había hecho, le contestó: “es tarde para arrepentirse”. Sentí un dejo de reproche en la respuesta; reproche a quienes no han sabido comprender la intención del genio al dar lo que posee como un acto de sincero desprendimiento, un dar que no espera recibir; un dar sin condiciones, bueno, quizás una: saber aprovechar lo que se obtiene como gracia. Creo que el cansancio de Toledo le viene de la tristeza de que no se aproveche lo que con tanto amor nos ha ofrecido.
Es difícil predicar en tierra propia, pero lo es aún más tener éxito y ser humilde, la natural envidia humana exacerbada en Oaxaca, no da descanso ni respiro a quien, muestra su grandeza de espíritu de la única forma en como es posible: con humildad.
“Sólo he querido compartir lo que me tocó en suerte poseer”, le escuché decir un día. No creo en la suerte. Toledo tiene y es lo que es, en razón de su arte y de su calidad humana.
A pesar de los pesares, Francisco Toledo es un hombre que sabe disfrutar de los placeres sencillos, nos dijo que pasaría el día de su cumpleaños con sus hijos, seres queridos y amigos cercanos. Recuerdo un día que me invitó a degustar una cerveza; le reclamé: y ¿porqué una Maestro? Bueno, las que quieras me dijo.
Llegó el medio día esperado y, sentado ante la pequeña mesa de un bar, lo vi llegar cargando una pequeña bolsa. “Traje botana”, dijo, al tiempo que sacaba de la bolsa algunos sabrosos bocados istmeños. . ., así es Francisco Toledo en la humildad de su grandeza.
¡Felicidades Maestro! ¡Salud!
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