En una agradable reunión con tres entrañables amigos, mientras comíamos y platicábamos de diversos temas surgió el de las radios comunitarias, mismas que fueron presentadas en la mesa como una respuesta al monopolio radiofónico de las empresas privadas y del Estado.
El argumento que planteó uno de los comensales, fue que en Oaxaca era necesario darle la palabra en la plaza pública a la disidencia. Ciertamente, la mejor democracia es aquella que discute sus asuntos en la Ágora y que permite que sus ciudadanos sean escuchados por todos los demás; cosa que se dificulta en las sociedades modernas por el tamaño de su población y el agobio cotidiano de sus integrantes. En ese sentido los medios de comunicación masiva y en particular las ondas de radio podrían considerarse como las ágoras hertzianas de las sociedades modernas.
En México este proceso de democratización hertziana inició tardíamente en relación con algunos países europeos. Las radiodifusoras comunitarias más antiguas son las de el estado de Veracruz (radio Teocelo y radio Huayacocotla); pero también Radio Universidad Pueblo de la Universidad de Guerrero.
El desarrollo tecnológico hizo menos difícil crear radios comunitarias, pero con todo, en México a diferencia de algunos países del Cono Sur, no se mostró un repunte de este tipo de radiodifusoras. Fue hasta 1993 que se dio una experiencia importante. El surgimiento de Radio Interferencia, radio comunitaria operada por estudiantes de comunicación en el barrio de San Juanico en la ciudad de México, marcó un hito en la democratización hertziana del país. Pero fue Radio Ke Huelga, la radiodifusora surgida en 1999 a raíz de la huelga en la UNAM, la que marcó el rumbo de las radios ligadas a los movimientos sociales. En efecto, a partir de esta experiencia, cunde el modelo, ya inaugurado por la revolución cubana con Radio Rebelde, de la radio-guerrilla.
Por su parte, el Instituto Nacional Indigenista (INI) inició en 1979 su programa de radiodifusoras comunitarias indígenas. Aunque derivado de una iniciativa gubernamental, debemos reconocer que el programa de radio indígena del INI desarrolló, en algunos casos, verdaderas experiencias de radios comunitarias del total de 24 que logró crear en todo el país. De éstas, cuatro operan en el estado de Oaxaca: XETLA, la Voz de la Mixteca; XEOJN, la Voz de la Chinantla; XEGLO, la Voz de la Sierra Juárez; XEJAM, la Voz de la Costa Chica.
La experiencia de las radios comunitarias en México, nos muestra un desarrollo diferenciado, con algunos puntos de coincidencia. Hay una tendencia de algunos proyectos de radio comunitaria a subordinarse (vinculación orgánica) a los movimientos insurreccionales y otra a responder a las necesidades de información, educación y recreación de sus comunidades.
El común denominador de ellas es, por un lado, la falta de una ley que reglamente su operación y regule su crecimiento y por el otro, el ataque hace contra ellas la iniciativa privada y en ocasiones del propio gobierno.
Los oaxaqueños, sobre todo quienes vivimos en la Verde Antequera, conocemos el poder destructivo de la señal de radio cuando está en manos de fundamentalistas. En el año de 2006 integrantes de la APPO tomaron por asalto a radiodifusoras privadas, incluyendo Radio Universidad y el canal oficial de televisión y convocaron a la población a la violencia y a la asonada. Por su parte Radio Ciudadana, la voz opositora de la APPO, llamaba a la paz pero no estaba exenta del mismo mal, al menos en la voz de sus corresponsales. Ese uso de la radiodifusión es y debe ser reprobado por quienes deseamos un cambio construyendo la democracia. No se puede aceptar a quienes llevan el discurso de la democracia en la boca, mientras con sus acciones pisotean a sus instituciones, que ciertamente son perfectibles y el único camino; salvo que se opte por la insurrección franca y abiertamente armada, como lo han hecho el EZLN, EPR, ERPI, etc..
Quien esto escribe, no apuesta por el derramamiento de sangre. Merecen mi respeto, aunque no mi aprobación, quienes, por las razones que sean, han optado por la vía armada; pero no aquellos que juegan irresponsablemente con vidas humanas. Me refiero a los que exigen con descaro la vigencia del Estado de Derecho para ellos y sus comparsas; pero que son capaces de delinquir y golpear a víctimas inocentes mientras ello les reditúe un beneficio económico o político. Los mismos integrantes de la APPO se han encargado de desenmascarar a los “revolucionarios” de ocasión. Para quienes no estén enterados, sólo revisen los nombres aquellos que hoy se postulan para algún cargo de elección popular. Por sus siglas los conoceréis.
Qué lejos estamos de los tiempos en los que quienes se reclamaban revolucionarios no pactaban con el gobierno; en los que dialogar en la penumbra con el poder era deleznable. Ahora, para los “revolucionarios” de ocasión, transar con el poder parece ser el objetivo principal.
A pesar de los pesares vale la pena avanzar en la creación de la nueva ágora hertziana; será difícil distinguir entre las radio guerrillas y las radio comunitarias democráticas. Esperemos, como lo afirmó un amigo que participaban ese día en la mesa, que a los funcionarios federales y estatales no les gane la demofobia propia de los gobiernos débiles.
Hay aún mucho camino por andar, porque además de la tecnología, los trabajos técnicos y las reformas legales, será necesario establecer los criterios que permitan que sean las propias asambleas comunitarias las que nombren a los directivos de las radios que permitan difundir sus opiniones; porque si bien es un error dejar a los medios de comunicación en manos de mercachifles, es una insensatez dejar a las radiodifusoras en la lengua de los orates de la revolución negociable.
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