“Yo soy el abandonado”: Karl Marx.
En enero de 2006, estábamos en el Museo Británico y se me ocurrió preguntar en una caseta de información cómo llegar a High Gate, el barrio donde se encuentra un panteón del mismo nombre, y está enterrado Karl Marx.
Quedé asombrado cuando la chica inglesa, que hacía de guía, no supo quién había sido Karl Marx y mucho menos dónde estaba enterrado. Pidió auxilio a un compañero suyo y este joven británico dijo con desenfado: “ ¡Ah , si! Fue un revolucionario romántico ¿No es cierto?”.
No tuve más remedio que darles las gracias y retirarme para buscar ayuda en otra parte.
Mi esposa y yo salimos del Museo Británico y subimos a un taxi, a la primera pregunta el taxista no sólo nos dio la dirección, nos dijo que él nos llevaría presto al lugar, y además nos dio una larga conferencia sobre el marxismo, la lucha de clases en Inglaterra y el movimiento revolucionario en Latinoamérica. Lo escuchamos atentos y sorprendidos. Al final, llegamos a Highgate, le pagamos el viaje y le dimos una propina como agradecimiento por habernos ilustrado.
Highgate es un panteón-museo, porque además de Marx, en él están enterrados importantes personajes del siglo XIX. Cada año, en el aniversario mortuorio de Marx (14 de marzo ), en el panteón se dan cita viejos comunistas que van a rendirle homenaje al padre del marxismo. Durante los años sesenta se organizaban largas marchas, de miles de personas para llegar al panteón y organizar mítines políticos ante la tumba de Marx. Ahora ya no sucede eso, son unos pocos los que van y el acto ni siquiera se menciona en la prensa londinense.
Desde la entrada, una vereda sinuosa conduce hasta la tumba del pensador, esa tarde fría y brumosa propiciaba un escenario ideal para desatar las nostalgias y dejarse seducir por los recuerdos. Ante la tumba del coloso de Tréveris, pude leer la famosa frase: “Proletarios de todos los países. . . ¡Uníos! El contraste me llenó de pesadumbre. El autor de esa frase estaba muerto y enterrado en la soledad del frío Highgate. Nadie parecía escucharlo, mientras el mundo parecía destruirse a sí mismo, como obedeciendo una de sus profecías: socialismo o barbarie.
La visita a Highgate me motivó a escribir un poema del que cito algunos fragmentos:
Siento en el rostro el viento del invierno
que mueve los pinos y los hace pronunciar
palabras que no entiendo.
La danza arbórea asemeja un ballet
con escenografía de nubes grises
que se desliza pausadamente por el cielo.
Danzan los pinos como mujeres tomadas por los hombros
meciéndose al compás que marca el viento.
De pié, en la soledad de un tiempo detenido
me envuelve este gris azulado de Highgate .
Escucho el murmullo de las plantas,
pero no alcanzo a comprender lo que me dicen.
Frente a mí, se yergue el busto del coloso:
Carlos Marx, impasible, con la mirada perdida en la distancia,
la espesa y abundante cabellera
no alcanza a cubrir su protuberante frente.
Su mente poderosa parece palpitar aún bajo el bronce
que modela el rostro del Germano.
(. . .)
¿Qué puede hacer el viejo Marx ante tanta podredumbre
convertido en bronce como está?
¿Qué puedo hacer yo?
¿Qué podemos hacer todos?
Cierro los ojos. Ha comenzado una llovizna.
Las plantas me susurran: ¡el epitafio, el epitafio!
Camino siguiendo el murmullo de la hierba
que parece disgustada por la lluvia.
(. . .)
Me resisto a abandonar este epitafio hecho esperanza
Marx no mira más el horizonte.
Por el rostro broncíneo del Germano
resbala el agua de la lluvia.
O ¿está llorando?
¿Qué epitafio le hubiera gustado para Jenny?
Me alejo del gigante y de la tumba.
Tomo la vereda que conduce a la salida de esta isla.
Siguen el viento y la lluvia acariciando con su frialdad mi rostro.
A mis espaldas, los árboles me dicen: vuelve, vuelve.
Creo que el poema refleja un estado de ánimo que aún no me abandona, y es que tengo la sensación de que la obra del viejo Marx, ha quedado en letra muerta y abandonada a su suerte.
La propuesta principal de Marx.
Hace unos años leí la obra de Isaiah Berlin: “ Karl Marx” y me entusiasmó la clara sencillez con que describía el escabroso pensamiento de Marx relativo a la dialéctica. En cierta forma esa obra me inspiró para intentar una relectura de “El Capital”.
Al leer de nuevo esta importantísima obra del pensamiento crítico, me sorprendió la simplicidad del pensamiento y propósito de Marx.
El autor afirma que, en la medida en que las sociedades humanas procuraban la satisfacción de sus necesidades produciendo, de manera muy rudimentaria, sus bienes, estas cosas, eran de manera transparente productos del trabajo humano. Cuando esas mismas sociedades se desarrollaron y se estableció una división social del trabajo, se comenzaron a producir cosas diversas, éstas se intercambiaban por mediación de los seres humanos. Se intercambiaban como resultado de las relaciones sociales humanas.
Las cosas que los seres humanos producían para satisfacer sus necesidades, tenían un valor de uso particular, producto de sus características materiales y del trabajo humano que las había transformado y tenían la cualidad general de ser el resultado de un esfuerzo o trabajo social. Lo interesante de esto, es que ambas cosas eran perfectamente claras en ese tipo de sociedades.
En cambio, en las sociedades más desarrolladas, el producto del trabajo humano adquiere la forma de mercancía, que igual que los anteriores productos del trabajo humano, tiene dos aspectos: ser un valor de uso, pero ahora resulta ser un valor de cambio, y no un valor en general, es decir, no se presenta como una cosa socialmente producida.
En las sociedades mercantilistas, pero sobre todo en la sociedad capitalista, el trabajo humano sólo puede adquirir la forma de mercancía, es decir, sólo tiene valor, en la medida en que está producida y destinada al cambio.
Al enfrentarse en el mercado, las mercancías sustituyen a la relación entre los seres humanos, por su propia aparente relación. Parecen ser las cosas las que tienen vida y controlan la situación: los seres humanos somos entonces, sometidos a los monstruos que hemos creado y que comienzan a devorarnos.
Marx afirma que esta característica de la mercancía en el capitalismo, se puede comparar con lo que sucede en la religión, en la cual, las invenciones que surgen de la cabeza de los hombres, adquieren vida propia y los dominan, por eso Marx llamó a esta parte de su teoría el carácter fetichista de la mercancía (p.89).
El gran programa sociopolítico transformador de Marx, consiste en proponer que los seres humanos nos liberemos de la actual cosificación de nuestras relaciones sociales y nos vinculemos como seres humanos otra vez, poniendo a las cosas como simples satisfactores de nuestras necesidades, si bien con la conciencia de que son socialmente producidas.
Todos los problemas de la humanidad en esta etapa de su desarrollo, derivan de que son las cosas las que nos dominan y que nos hemos sometido a su poder fetichista.
El programa sociopolítico que Marx propone es el siguiente:
“El reflejo religioso del mundo real únicamente podrá desvanecerse cuando las circunstancias de la vida práctica, cotidiana, representen para los hombres, día a día, relaciones diáfanamente racionales, entre ellos y con la naturaleza. La figura del proceso social de vida, esto es, del proceso material de producción, sólo perderá su místico velo neblinoso cuando, como producto de hombres libremente asociados, éstos la hayan sometido a su control planificado y consciente.” (P.97)
y agrega algo muy importante:
“Para ello, sin embargo, se requiere una base material de la sociedad o una serie de condiciones materiales de existencia, que son a su vez, ellas mismas, el producto natural de una prolongada y penosa historia evolutiva.” (P.97)
Este es el verdadero descubrimiento de Marx, aunque él sostuviera que lo fue el haber establecido que la lucha de clases tenía un carácter histórico.
El porqué de esta actitud de Marx la explicaré más adelante, por lo pronto baste señalar que tuvo que ver con la forma en como este pensador fundamentó científicamente su descubrimiento.
Marx , a partir de establecer estas premisas, se dedicó por largo tiempo a estudiar cuáles eran las condiciones modernas que le daban este carácter fetichista a las mercancías, es decir, a investigar cuál era la estructura sobre la que se asentaba el capitalismo y que producían ese efecto.
Sus investigaciones fueron tan profundas y especializadas, que, creo, lo desviaron del proceso necesario de regresar a sus tesis iniciales, y formular el plan de liberación de la sociedad, una vez concluido el análisis de las estructuras de sometimiento.
Esta situación dio origen a muchos equívocos sobre los que reflexionaré en las próximas entregas. Será suficiente afirmar acá para concluir, que la obra de Marx sufrió el mismo efecto de todo lo que produce el hombre en el capitalismo: fue deshumanizada.
El camino a la revolución.
Marx analizó la estructura y el funcionamiento del capitalismo, convencido de que era la forma más avanzada de la sociedad dividida en clases sociales, pero sobre todo, la más desarrollada de todas las sociedades mercantilistas.
Sus investigaciones sobre el capital, pusieron al descubierto la forma en como las relaciones humanas se cosifican, y son sustituidas por relaciones entre esos misteriosos objetos llamados mercancías. Puso al desnudo la forma en cómo, en una sociedad dividida en clases, los dueños de los medios de producción se apropian de la riqueza producida por los trabajadores. Descubrió además la inevitable recurrencia de las crisis económicas y los cada vez mayores desastres a los que conducirían.
Apoyado en la indiscutible calidad científica de sus descubrimientos, Marx concluyó en la necesidad de transformar al capitalismo, revolucionando sus relaciones de producción. El costo de no hacerlo sería el retorno a la barbarie.
En ningún momento se dejó llevar Marx por sentimientos románticos acerca de su tarea revolucionaria: enfrentó enormes dificultades, vio morir a su familia en la más espantosa de las miserias, sufrió la persecución de la burguesía y su aparato represor, fue víctima de la traición y el vituperio y finalmente su cuerpo cansado no resistió más y murió el 14 de marzo de 1883.
La publicación de su obra principal, El Capital, le dio sustento a los modernos movimientos revolucionarios del mundo: desde la revolución rusa de 1917, hasta la revolución Cubana de 1959. No pocos movimientos actuales reivindican el marxismo, pero de ellos hablaremos en otra ocasión, me limitaré a los movimientos triunfantes y a su experiencia, ellos serán los referentes de mis reflexiones.
Ni la revolución rusa, ni la china, ni la vietnamita, ni la coreana, ni la cubana, ni las experiencias europeas de Polonia, Yugoslavia y Alemania Oriental, en su momento, se acercaron al ideal propuesto en el programa de Marx.
Por el contrario, de esas experiencias revolucionarias surgieron regímenes burocráticos que terminaron en verdaderas dictaduras que sometieron y someten a sus pueblos a una vida miserable, o de plano propiciaron el retorno de lo que habían combatido encarnizadamente: el capitalismo.
De estas experiencias, algunos llegaron a la apresurada conclusión de que Marx se había equivocado. Marx nunca dio receta alguna para transformar a la sociedad capitalista y hacer realidad su propuesta; más aún, ni siquiera afirmó que la futura sociedad formada por hombres libres, que controlan sus procesos productivos y re-humanizan sus relaciones, fuera mejor que el capitalismo, pero sin duda, será una etapa superior del desarrollo social de la humanidad.
Esas nuevas condiciones de la sociedad, permitirán el desarrollo pleno de los hombres y mujeres del futuro, quienes se avergonzarán de una época como la nuestra, en la que impera la desigualdad, la injusticia, la violencia, la ignorancia, el hambre y la muerte.
La actual crisis mundial del capitalismo, ha puesto de nuevo en el orden del día, la necesidad de su transformación. Dudo que una insurrección armada pueda ser el único camino que le quede a la humanidad para salvarse de la catástrofe. Creo que la lucha democrática puede propiciar avances importantes para re-humanizar nuestras relaciones en el sentido en el que Marx lo había planteado, temo que la imbecilidad de los dueños del capital propicie una guerra de aterradoras dimensiones; pero de lo que no tengo la menor duda, es de que la tarea de transformar al capitalismo debe asumir al menos dos formas: la de una lucha internacional por la re-humanización del mundo y la lucha nacional para fortalecer la democracia e impedir el retorno a formas autoritarias de ejercicio del poder.
La lucha por la democracia, no traerá como consecuencia inmediata la solución de todos nuestros problemas económicos y la superación de las desigualdades sociales. Hará posible que, el país en el que una verdadera democracia funcione, sea permeable a los cambios positivos que se vayan produciendo en el mundo.
La lucha internacional por la re-humanización del planeta, no provocará transformaciones revolucionarias en las sociedades nacionales; pero irá gradualmente estableciendo un gobierno mundial, que inicialmente no podrá ser percibido como tal, pero conforme se desarrolle esa lucha, irá adquiriendo formas visibles como: leyes supranacionales que protejan el medio ambiente, tribunales internacionales que juzguen, no solo casos criminales, sino cuyas resoluciones vinculatorias obliguen a que los excedentes de producción se destinen a los países y pueblos con mayores necesidades, redes multinacionales de observadores que funjan como supervisores con pleno derecho, para recomendar y testificar en las cortes internacionales, etc., etc.
El proceso de humanización del mundo, se combinará con el proceso de democratización de las naciones y dará lugar a un nuevo estado de cosas en el orbe.
Pero ese proceso histórico no puede ser obra de la casualidad, debe partir de una organización internacional de hombres y mujeres dispuestos a construir un mundo mejor. Hombres y mujeres con plena conciencia de que el objetivo es cumplir con el programa propuesto por Marx, que no puede ser puesto en práctica en un país aislado; sino construido a escala internacional. Hombres y mujeres con la conciencia plena de que, de lo que se trata es de humanizar al mundo, y en ese sentido recuperen lo mejor del desarrollo espiritual de la humanidad, para que su actuar refleje una eticidad del más alto nivel.
Todo lo que he mencionado existe ya, en mayor o menor grado, en el mundo; pero no tiene una orientación coherente y una dirección orgánica consolidada. El principal problema para lograr la transformación del capitalismo, quizás no sea la oposición de la burguesía y sus aliados, sino nuestra incapacidad de construir la organización que dirija el proceso de transformación, tanto a escala nacional como internacional.
Esa incapacidad es el resultado de la carencia de dirigentes con una excelente formación científica y ética, capaces de comprender el reto de construir un mundo mejor.
De aquí el papel estratégico de la educación. De ahí que los poderes del capitalismo se esfuercen de manera directa o indirecta, en propiciar una educación deficiente o, en el mejor de los casos, acorde con sus intereses de clase.
El proceso de construir el proyecto propuesto por Marx, encuentra pues, un eje articulador: la educación humanista. Los tres procesos deben integrarse en uno solo: la construcción de un gobierno mundial orientado a re-humanizar al planeta, la lucha nacional por la democracia y perneándolo todo, el proceso de formación de los hombres y mujeres que, a su tiempo, tomarán el relevo en este proceso de revolución mundial.
El hombre nuevo, irá manifestándose como lo dijo Karl Marx: socavando los cimientos del capitalismo, y saliendo a la luz como un viejo topo revolucionario.
No creo que mi relectura de Marx, sea la mejor, pero al menos pudiera motivar a otros a iniciar la suya y propiciar un reflexión colectiva, que de algún modo es una forma de educarnos.
Notas bibliográficas para el lector curioso:
Isaiah Berlin. Karl Marx. Su vida y su entorno. Alianza Editorial S. A. Madrid 2000.
Karl Marx. El Capital. Crítica de la economía política. Tomo I/Vol. 1. Libro primero. El proceso de producción del capital. Siglo XXI Editores S.A. de C.V. 2005.
Karl Marx y Friedrich Engels. Manifiesto Comunista. Crítica. Grijalbo-Mondadori. Edición Bilingüe. 1998. Barcelona, España.
Octavio Rodríguez Araujo. Izquierdas e izquierdismo. Siglo XXI Editores. S.A. de C.v. 2002. México.
Hans Küng. Proyecto de una ética mundial. Editorial Trotta. 2006. Madrid, España.
María Eugenia Bello. Educación y globalización. Los discursos educativos en Iberoamérica. Antrhopos Editorial. 2003. Barcelona, España.
León Trotsky. El Programa de Transición para la Revolución Socialista. Ediciones Pluma. 1973. Buenos Aires ,Argentina.
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