En la adversidad la unidad es lo que nos hace fuertes, la disciplina y la claridad de propósitos; no tengo duda de eso. Sin embargo, en la adversidad es donde se muestran las fortalezas y las debilidades de un pueblo, de esto tampoco me cabe la menor duda.
La situación que ahora vivimos, ha dejado en claro, que los mexicanos somos divisibles por cualquier factor; pero que sobre esa divisibilidad, la población sabe actuar con prudencia y claridad de propósitos.
Frente a la evidencia de las muertes y los informes internacionales de primerísimo nivel, no faltaron quienes negaran la existencia de la epidemia, o quienes la atribuyeran al simple y gastado expediente de una conspiración del capitalismo internacional. A pesar de todo, los mexicanos han dado muestra de sabiduría. La población ha ido más allá de las recomendaciones de las autoridades y de acuerdo a sus posibilidades han extremado las medidas de higiene y reducido los riesgos del contagio. Saldremos de esta, aunque no sabemos todavía cuál será el costo en vidas y las repercusiones económicas de la epidemia.
La epidemia de influenza porcina, que amenaza con ser una pandemia, muestra también nuestras debilidades. En primer lugar, es evidente que no fuimos capaces de establecer el origen de la enfermedad. La identificación del virus H1N1, se logró en los laboratorios de Canadá y Estados Unidos, en México, a pesar de que contamos con laboratorios con la capacidad tecnológica para realizar el estudio, nos faltó lo fundamental: la masa crítica de conocimientos acumulados que permitiera que las máquinas dieran resultados relevantes, es decir, nos faltó y falta investigación básica en materia de salud y en otras.
El virus H1N1, es el que provocó la muerte de 50 millones de personas en el mundo entre 1918 y 1919, entonces se le conoció como Influenza Española, esto explica la alarma de las autoridades mundiales y la urgencia de detener la ola de contagio. No fue entonces una mutación, o si lo fue, los cambios antígenos, no fueron de importancia como para reclasificar al virus.
Hay que señalar estas debilidades, porque si ahora corremos con suerte, no será igual en el futuro. El gobierno federal y los de los estados, deben actuar para corregir esta terrible deficiencia. La investigación científica y tecnológica en México no es una prioridad del Estado, debe serlo ahora, so pena de una fatalidad de enormes proporciones. La excelencia de los médicos e investigadores mexicanos, tiene reconocimiento internacional, le falta el apoyo de su propio gobierno.
Hay otra situación que ha revelado la epidemia de influenza española o porcina: ¿Por qué nos ocultaron información? El virus era conocido desde 1918 y difundieron la noticia de una mutación causada por la interacción con cerdos, esto a una escala alarmante, en la que la misma OMS estuvo de acuerdo.
Entiendo que no se haya querido alarmar al público; pero era obligación del gobierno mexicano y de los demás países, advertir a sus habitantes del grave riesgo que se corre. Pero desde mi punto de vista, hubo otra razón, la verdadera causa del pánico gubernamental fue que el virus rompió con la estacionalidad, apareció fuera de tiempo. Normalmente los epidemiólogos esperan la aparición de la influenza en otoño-invierno y todo el aparato de salud, incluidas las empresas farmaceúticas, se moviliza pensando en estos tiempos y tienen vacunas y antivirales disponibles. Ahora no sucedió eso, ni vacuna, ni antiviral; por eso la necesidad de ganar tiempo sin que cundiera el pánico.
Desde luego, el manejo de la información parece surtir efecto, la velocidad de propagación del virus es más lenta, aunque pueden surgir brotes que la aceleren. La pregunta es: ¿Tendrán los medicamentos a tiempo, antes de que lleguemos a la pandemia?
¿ Cuál será el costo en vidas y en el daño a la economía nacional, provocado por una falta de previsión e investigación científica?
Lo cierto es que existe la vacuna y el antiviral, pero las existencias se ocuparon para vacunar a los médicos y demás trabajadores del sector salud, ¿vacunarían también a algunos políticos? Quizás por eso el presidente Calderón asegura ufano que la enfermedad es curable al cien por ciento.
Esta es otra de las debilidades que tenemos: frente a la escasez de bienes, en este caso medicamentos, la élite se protege y deja a los demás a la ignorancia de su suerte.
Debieron informar de todo a todo: el virus es la vieja y peligrosa influenza española, existen medicamentos, pero no están disponibles; los pocos que hay serán usados por los médicos para que puedan atender a los enfermos, pero hay la voluntad de correr todos el mismo riesgo enfrentando con medidas preventivas el mal, como se está haciendo, hasta que los medicamentos estén disponibles. Esto fue lo que no nos dijeron.
Como siempre, nuestra mayor debilidad es la falta de honestidad e hipocresía. Vale.
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