El temporal que azota al país ha dejado un elevado número de damnificados, los hermanos de Veracruz, Chiapas, Tabasco y otras regiones de México, sufren la pérdida de vidas y bienes materiales. Lo peor del caso es que quienes resultan más afectados son los que menos tienen. La desgracia se regodea con los más vulnerables.
El Istmo de Tehuantepec, cuya población está, de algún modo, más preparada para afrontar estos desastres, hoy no siente ya lo duro sino lo tupido; y por si fuera poco, la ayuda parece no llegar ni con oportunidad ni en lo necesario. El gobierno del estado poco o nada puede hacer: con recursos insuficientes y acotado por la burocracia, su respuesta es lenta y en algunos casos ineficaz. Las grandes empresas privadas hacen su esfuerzo, pero la gente parece desconfiar de sus iniciativas; por otra parte la Benemérita Cruz Roja no recibe el suficiente apoyo por parte de la población.
El verdadero desgaste de la sociedad en México se siente ahora que hay que hacer algo por los demás; el individualismo nos ahoga más que las aguas y es urgente recuperar nuestro sentido de solidaridad. Una sociedad más humana se construye en la adversidad, asumiendo un compromiso con quienes están en desgracia o corren algún riesgo.
Las sociedades más desarrolladas y cohesionadas, tienen un alto sentido de confianza en los demás, misma que lleva a la cooperación con los otros, con los que menos tienen, con los vulnerables, con los pobres. El desarrollo de un pueblo no se mide sólo por su capacidad de producir riqueza material, sino por su nivel de solidaridad social. Lo otro es una consecuencia de esto último
Ahora que nuestros hermanos que viven en el Istmo de Tehuantepec nos necesitan, debemos poner en práctica al menos la más elemental solidaridad, aquella que se basa en la ayuda recíproca condicionada: hoy por ti, mañana por mí. La adversidad que hoy sufrimos nos debe servir para construir los cimientos de una sociedad en la que nuestras relaciones se funden en la reciprocidad, la confianza y la cooperación.
Los istmeños radicados en Oaxaca, en el Distrito Federal y en otras partes de México y del mundo, tenemos una red derivada de nuestra cultura que debemos aprovechar para ayudar a nuestros hermanos: las sociedades de las velas. Si las sociedades de las velas se coordinan y comunican entre sí, los esfuerzos que hagamos se potenciarán y serán más eficaces para ayudar a nuestros hermanos.
Los representantes de las diferentes asociaciones de velas en Oaxaca, por ejemplo, deben reunirse y mantener una constante comunicación para tomar decisiones acerca de cómo ayudar a nuestros hermanos. Podríamos aprovechar la maravilla que es internet para mantener contacto y evaluar los apoyos y las necesidades que tienen y tendrán nuestros paisanos
La página de "Zapotecos del Mundo"(http://zapotecosdelmundo.ning.com) podría ser de gran ayuda para mantener la comunicación. No se trata de pensar sólo en nuestros hermanos del Istmo, sino en todos aquellos que en cualquier parte del país necesiten de nuestra ayuda, se trata de poner en movimiento nuestra cultura de la solidaridad para superar estos momentos difíciles y emplear la estructura social de nuestras fiestas para cantar aún en la desgracia; pero juntos y parejo. Después de todo, las velas pa`cuando son. No estamos solos, nos tenemos a nosotros mismos, sólo falta organizarnos.
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