lunes, 25 de octubre de 2010

ASESINATOS, VIOLENCIA Y TRANSICIÓN HACIA LA DEMOCRACIA

El 23 de octubre de 2010, fue asesinado Heriberto Pazos Ortiz, líder histórico del Movimiento Unificado de Lucha Triqui (MULT). El móvil del crimen, él o los autores intelectuales (y puede que hasta los autores materiales), podrían quedar, como ha ocurrido en muchos otros casos de asesinatos, sin esclarecer y fuera del alcance de las autoridades.

El crimen fue cometido a unas semanas de que el gobernador electo, Gabino Cué Monteagudo, asuma el poder, y con ese hecho despreciable, se satura el ambiente de miedo y de zozobra.

El sentir del ciudadano común, es de temor e inseguridad; nadie le puede garantizar que no ocurrirá que en la calle o en algún lugar público, se desate una balacera que le cause daño a él o a sus familiares. Tampoco pueden asegurarle que de ocurrir, los culpables pagarán sus culpas como lo manda a la ley. El miedo se acompaña con la sensación de que la autoridad no existe o es incapaz de aplicar la ley; en el fondo de nosotros, pensamos que sólo contamos con nuestras propias fuerzas para defendernos o para hacer justicia. Estos sentimientos, han provocado en otros lugares del país y de Oaxaca, linchamientos o intentos de hacerlo. Los criminales, en cambio, encuentran una situación propicia para cometer impunemente sus actos ilegales contra quien se encuentre bajo su mira: la violencia en un estado de anomia, provoca más violencia.

Algunas organizaciones sociales que luchan por la defensa de los más vulnerables, se han pronunciado tímidamente contra los asesinatos. Quizás no sepan que en las actuales condiciones, aumenta el riesgo de que ellas y sus líderes sean posibles blancos de sus enemigos.

Hasta ahora, ninguna organización, salvo el MULT, por obvias razones, ha llamado a la movilización, y menos aún a la integración de un frente amplio contra la represión y la violencia; sus intereses particulares y sus diferencias, han prevalecido por encima de ese elemental principio de unidad en la lucha democrática.

Las embestidas contra los dirigentes de masas, van minando poco a poco las fuerzas del movimiento democratizador de la sociedad; tal es ahora el caso del MULT, su debilidad más evidente es la falta de cuadros formados que sustituyan gradualmente a la dirección histórica de ese movimiento. Con el asesinato de Heriberto Pazos, esa debilidad podría reflejarse en una crisis interna. La sola movilización y la disciplina, no resolverán el problema del MULT, será necesaria la construcción de su dirección colectiva, cohesionada, real, pero organizada de tal manera que se cuide la seguridad de todos y cada uno de sus integrantes. Las condiciones actuales de Oaxaca, le exigen al MULT actuar con suma responsabilidad de cara al movimiento popular.

Pero ni al MULT, ni a ninguna otra organización democrática, debe perdérsele de vista que, además de la lucha por esclarecer los hechos criminales y el castigo a los culpables del asesinato de Beto Pazos y de otros líderes sociales, está la urgencia de construir en Oaxaca la transición hacia la democracia. La violencia, el miedo y la desconfianza generalizados, no deben reducir la voluntad del pueblo a una simple alternancia en el poder.

Las organizaciones de masas requieren de un espacio de interlocución abierta con el poder legítimamente constituido; construir ese espacio es una tarea a realizar, para poder llegar a acuerdos y convertir las propuestas en líneas de acción de gobierno, de lo contrario, todo se agotará en movilizaciones de mucha presión pero de pocos resultados.

Será tarea del gobierno entrante facilitar la construcción de esos espacios de representación ciudadana que equilibren la presencia de organizaciones sociales, mujeres, empresarios, campesinos, obreros, profesionistas, artistas y todos los sectores que constituyen a la sociedad en Oaxaca. El plan de gobierno debe formularse como lo establece la ley vigente, en efecto; pero para ser un referente que dé lugar a una dinámica elaboración de las políticas públicas que derivarán del diálogo y el debate abiertos, entre los actores sociales y el gobierno, en el que la cámara de diputados local, deberá jugar un papel importante, para darle obligatoriedad normativa a los acuerdos.

Los partidos políticos, con garantía plena de sus derechos, deberán abandonar, si las tienen, sus aspiraciones de constituirse en aparatos de poder, para en cambio ser promotores de la participación social, estructuras organizadoras y defensoras del voto ciudadano y organismos garantes de plataformas políticas que den sentido a la pluralidad y a las opciones para construir buenos gobiernos. Si los partidos políticos no se pronuncian públicamente contra los asesinatos y por una transición hacia la democracia que imponga la ley y haga respetar la voluntad del pueblo, se convertirán tarde o temprano en cómplices de la violencia y en promotores de un poder sin fundamento en el pueblo.

Referencia especial necesita el Movimiento Democrático de los Trabajadores de la Educación de Oaxaca: su fuerza puesta al servicio de la transición democrática y la independencia sindical, reclama además su definición por una educación para el pueblo, por una alianza clasista al servicio de los hijos de los trabajadores quienes exigen un servicio educativo que impulse su propio desarrollo y el de sus comunidades, por un servicio donde lo público no se limite al control gubernamental, sino enfatice la ciudadanización de la gobernabilidad del sistema educativo. El MDTEO debería pronunciarse por una independencia sindical que supone renunciar al neocorporativismo que es fuente de corrupción y debilita al movimiento, en lugar de fortalecerlo en sus aspiraciones democráticas.


Si el MDTEO no se decide por la transición democrática y por la independencia sindical, corre el riesgo de propiciar una espiral de anarquía que en nada ayudará al movimiento de masas y en cambio contribuirá al río revuelto, donde ganarán de nuevo los mismos de siempre.
Estas son apenas algunas tareas que debemos plantearnos si queremos que la violencia sea erradicada de Oaxaca, so pena, de no hacerlo, de sufrir un estallido social. Es cierto que en el norte del país la guerra de la contrainsurgencia del narcotráfico versus el Estado, ya comenzó; no demos lugar ahora a que en el sur de país la insurgencia de la pobreza, haga justicia con su propia mano, cuando ahora tenemos la oportunidad de construir la democracia.

A muchos nos duele lo que pasa en el estado y deseamos que por la irreparable pérdida del amigo y compañero, y por toda la sangre derramada, vayamos más allá del minuto de silencio y del puño en alto. Al menos eso espero.
Hasta siempre, Heriberto Pazos.