domingo, 5 de julio de 2009

REVOLUCIÓN Y EDUCACIÓN PÚBLICA: JOSÉ VASCONCELOS Y VÍCTOR BRAVO AHUJA.

La esencia de la educación mexicana.

José Vasconcelos es sin duda el símbolo de la educación en México. A su obra se agregan las acciones que, ya como efectos de la Revolución de 1910, transformarán al país entero.

Especialísimo lugar ocupa en la obra de Vasconcelos la fundación en 1921 de la Secretaría de Educación Pública, de la que él mismo fue su primer titular. Ya antes había ocupado la Rectoría de la Universidad Nacional y, desde entonces, destacó el particular estilo de su política educativa.

Vasconcelos no se limitó a concebir la educación como el factor necesario para que los hombres puedan ejercer su libertad en el marco de igualdad que da la ley. Esa era la esencia del proyecto liberal, que después terminó contaminado por las ideas positivistas del Porfiriato, que reducían la libertar a la búsqueda del progreso; y a la ley, al respeto del orden establecido.

Vasconcelos, inspirado por pensadores como Schopenhauer y Nietzsche, ve en el goce y creación estéticos, la posibilidad de toda cultura; y a la cultura, como la condición humana por excelencia; razón por lo cual, nada le es dado al hombre sin la cultura. Al contrario del positivismo, e incluso del proyecto liberal, Vasconcelos no pone el énfasis de su axiología en la libertad, sino en la igualdad ( que no equidad). Su teoría de la raza cósmica es, a su manera, la antropología filosófica, que sostiene lo inevitable de una homogeneización de la raza humana, que nos hará inevitablemente iguales.

Las acciones educativas de Vasconcelos, guiadas por ese ideario, comienzan por fortalecer lo que él consideraba la fuente de la cultura: la universidad; es ella la objetivación del espíritu (Hegel) y no el Estado, por medio del cual hablará la raza acrisolada de México e Indoamérica. El medio para extender esa influencia benefactora, fue la naciente Secretaría de Educación Pública. Por eso, desde ella se irradiarán las acciones educativas cuyo contenido central es la cultura y de ésta, la esencia es el arte.

La política educativa de José Vasconcelos se articula por medio de la acción cultural. El primer secretario de educación pública en México, tuvo como sus principales operadores, a intelectuales, artistas y destacados universitarios latinoamericanos, que llevaron a las escuelas, a los barrios, al campo y las fábricas, la acción benéfica de la “desanalfabetización”, los primeros desayunos escolares, los maestros ambulantes, las Misiones Culturales, la lectura de los clásicos, la educación física entendida, al estilo griego, como parte de la cultura, la pintura mural y en general el arte.

Si tuviera que emitir un juicio acerca de la gestión vasconcelista, este sería: dotó al proyecto educativo de la revolución mexicana de su contenido fundamental, mismo que, con el transcurso del tiempo, se irá detallando y modificando en sus prioridades; pero en realidad, con pocas innovaciones.

Muchos dirán que algunos aspectos no los consideró Vasconcelos, como la educación técnica; pero están equivocados. Si bien el Maestro de América, no profundizó en ella, fue el creador en 1920, un año antes de que se fundara la Secretaría de Educación Pública, de la Dirección General de Enseñanza Técnica. Ya fundada la SEP, aquella se convirtió en la Dirección General de Enseñanza Técnica, Industrial y Comercial, su primer director fue Luis V. Massieu. Esta última línea en particular, será continuada por los gobiernos postrevolucionarios y quiero destacar en esto, el nombre de otro oaxaqueño: Víctor Bravo Ahuja.

Diré, antes de cerrar esta brevísima caracterización de José Vasconcelos como educador, que el propósito socio-político de su proyecto, se enmarca en el más general de perfilar la construcción de la identidad del México surgido de la Revolución, aquel que supera su pasado colonial, tomando lo mejor de él, aquel que rompe con el porfirismo, para continuar con un liberalismo con mayor compromiso social.

La educación posvasconceliana.

La política iniciada por Vasconcelos, encontrará cierta continuidad en la obra educativa que va de 1925 a 1968. La materia de esta obra será un México, que poco a poco va dejando la revuelta y se orienta hacia su recuperación. Un México cuya población crece aceleradamente, y que asimismo deja de ser mayoritariamente rural, para transformarse en preponderantemente urbana. Un México que con mucho esfuerzo se va insertando con cuidado, y hasta con recelo, en el escenario internacional.

El mundo había vivido la primera Guerra Mundial, las grandes transformaciones en el arte y la política de principios del siglo veinte, de las que los movimientos vanguardistas en el arte y la Revolución Rusa, son sólo ejemplos, influirán en el pensamiento educativo de los mexicanos.

Los años de 1925 a 1934, verán pasar a diferentes secretarios de educación que a su vez, irán perfilando el primer hito en la educación nacional : José Manuel Puig Casauranc (1924-1928), Moisés Sáenz (1928), Ezequiel Padilla (1928-1930), Aaron Sáenz y Carlos Trejo Lerdo de Tejada (1930), José Manuel Puig Casauranc (1930-1931), Narciso Bassols (1930-1934) y Eduardo Vasconcelos (1934). Todos ellos educadores de altísima calidad.

El primer salto en la política educativa nacional, después de la gran cruzada vasconcelista, lo será la educación socialista que impulsó el general Lázaro Cárdenas, y que operaron desde la SEP, los señores licenciados: Ignacio García Téllez (1934-1935) y Gonzalo Vásquez Vela (1935-1940).

Sin dejar de lado, ni subestimar la importancia del proyecto de educación rural, las escuelas artículo 123, el programa de educación obrera, etc., conviene destacar para los fines de este artículo, el impulso a la educación científica y tecnológica.

La inspiración marxista de la educación politécnica, no basta para entender la política educativa cardenista. Hay que ir más allá, para entrever como motivo, la necesidad de movilizar a las masas bajo la dirección de un liderazgo fuerte, y con finalidades claras e indiscutiblemente populares, todo ello de cara a la reacción de la oposición callista, y eventual reactivación del clero.

Una expresión de esta necesidad, fue la fundación del Instituto Politécnico Nacional (1935-36); integrado a partir del Departamento de Enseñanza Superior Técnica, Industrial y Comercial, y cuyo núcleo inicial lo formaron: el Instituto Técnico Industrial, la Escuela Nacional de Constructores y la Escuela de Ingenieros Mecánicos y Electricistas. Al frente del Politécnico, como su primer coordinador, quedó, el Ingeniero Juan de Dios Bátiz. La enseñanza técnica fue tomando un papel importante en la agenda de la política educativa revolucionaria.

Al mundo lo sorprendió el desastre de la Segunda Guerra Mundial, y de la ruina y muerte que dejó, surgió un crecimiento de la economía nunca antes visto, que resultó benéfico para México.

Los regímenes postcardenistas de Manuel Ávila Camacho(1941-1946) y Miguel Alemán (1947-1952), darán un viraje a la política educativa nacional, y orientarán sus esfuerzos a construir la unidad nacional, tan necesaria para afrontar los retos del crecimiento económico capitalista del país, que ahora se pretendía industrializar.

El rápido crecimiento demográfico de México, representó un problema importante para la educación nacional; el otro fue su propio resultado: una clase media creciente y más ilustrada, que terminó por no conformarse con lo que un régimen autoritario, era capaz de ofrecerle.

Los sexenios de Aldolfo Ruiz Cortines (1953-1958) y Adolfo López Mateos (1959-1964), fueron de particular importancia, pues los servicios educativos no podían continuar sin plantearse programas de más largo alcance.

En estos sexenios se dio un fuerte impulso a los nuevos métodos pedagógicos, los libros de texto gratuito y a los planes de largo aliento, como el plan de once años. Si bien la política educativa trató de ponerse a la altura del impresionante crecimiento económico del país, el llamado Milagro Mexicano no podía durar por mucho tiempo.

El régimen de Gustavo Días Ordaz (1964-1970) sufrió las consecuencias de una política económica pujante pero propiciadora de profundas desigualdades, aunada a un gobierno despótico y unipersonal, cuyos abandonos darían lugar a graves conflictos, particularmente dos de ellos: el del campo y el de la clase media, ahora desesperada.

El conflicto estudiantil de 1968, dividió a la clase política y planteó la urgencia de cambios. En estas condiciones llegó a la presidencia de la república, Luis Echeverría Álvarez (1971-1976), quien invitaría para hacerse cargo de la SEP, a un destacado hombre, producto de las transformaciones cardenistas, y totalmente formado en la educación politécnica: Víctor Bravo Ahuja.

El legado de Víctor Bravo Ahuja.

No se trata aquí de hacer una evaluación de la gestión de Bravo Ahuja al frente de la Secretaría de Educación Pública; sino de destacar algunas de sus más importantes aportaciones a la educación, tomando como referente el paradigma vasconcelista.

Sin pretender simplificar su gestión, se podría afirmar que, si Vasconcelos le dio a la política educativa mexicana su contenido fundamental, Víctor Bravo Ahuja, le dio al sistema educativo mexicano integralidad. Lo que hoy son los servicios públicos de educación, adoptaron su perfil moderno durante el período de Bravo Ahuja. El símil de contenido y forma podría ser ilustrativo, pero no justo. Bravo Ahuja, dio mucho más que forma, le dio sentido social y calidad a la educación mexicana.

Don Víctor Bravo Ahuja, fue el secretario de educación pública con más alto nivel académico hasta ese momento. Formado como ingeniero aeronáutico en el IPN, asistió después a cursos especiales en la Escuela Militar de aeronaútica, la Facultad de Ciencias de la UNAM, el Instituto Tecnológico de California y la Universidad de Michigan. Fue fundador, y primer director del Instituto de Investigaciones Industriales de Monterrey y rector del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (1945-1958).

En 1968, el ingeniero Bravo Ahuja fue electo gobernador constitucional del Estado de Oaxaca y su obra no tuvo precedentes: Se construyeron en dos años 1373 aulas para los diferentes niveles educativos. Se dotó al estado de dos escuelas tecnológicas pesqueras, 57 escuelas tecnológicas agropecuarias, cuatro centros tecnológicos agropecuarios, un instituto tecnológico regional agropecuario y dos institutos tecnológicos regionales. Se creó el Instituto de Investigación e Integración Social, se crearon las Academias de la Lengua Zapoteca y Mixteca, así como de la Cultura Oaxaqueña, y se estableció el Museo de Arte Precolombino Rufino Tamayo, entre otras obras.

En 1970 el ingeniero Víctor Bravo Ahuja asumió el cargo de Secretario de Educación Pública, y se avoca, desde el primer momento, a instrumentar la política del Presidente de la República, la palabra clave era: Reforma.

El presidente Echeverría sentía, como quizás ningún otro político de su tiempo, la urgencia de una reforma de la vida nacional, y particularmente en el ámbito educativo. Su responsabilidad en la masacre de estudiantes el 2 de octubre en Tlatelolco, lo obligaba a mostrar una actitud de apertura y disposición al cambio.

Las reformas en educación primaria y secundaria, implicaron una movilización de recursos pedagógicos y sociales sin precedente; los cambios en la metodología de la enseñanza fueron en su momento innovadores. Los nuevos libros de texto sustituyeron a los nostálgicos libros de la época de Torres Bodet y dieron paso a la modernidad.

Junto a la reforma en educación básica, se impulsó la creación de los Albergues Escolares, los Centros de Integración Social, los Promotores Culturales, las Brigadas de Desarrollo Rural y el establecimiento de la Dirección General de Mejoramiento Profesional del Magisterio, que debía atender a los maestros en servicio, la reforma tenía que llegar a ellos.

Con todo, las acciones que destacaron fueron las de la educación tecnológica:

En 1969 había 289 instituciones tecnológicas, para 1976 el número ascendió a 1301, además 1012 establecimientos para atender las áreas agropecuarias, comercial, industrial y pesquera. Esto llevó a la necesidad de constituir todo un Sistema Nacional de Educación Técnica. Para atender a los hijos de los campesinos, se llegaron a crear 693 escuelas tecnológicas agropecuarias, muchas más de las 70 que había en 1970.

En el ámbito administrativo y normativo, la gestión de Bravo Ahuja, también promovió cambios importantes: el calendario escolar pasó de 135 días a 195; se promulgó la Ley Federal de Educación (1973), antecedente directo de la actual Ley General de Educación. También se promulgó la Ley Nacional de Educación para Adultos (1975) y se creó el CONAFE, que tanto apoyo dio a las escuelas ubicadas en lugares marginados.

En el nivel de educación media superior, destacó la creación de dos instituciones señeras: El Colegio de Bachilleres y El Colegio de Ciencias y Humanidades. La reforma llegó hasta la Escuela Preparatoria Nacional, que al modificar su plan de estudios, pasó a cursarse en tres años en lugar de dos.

Sin abundar en el ámbito de la cultura, donde también hubo avances importantes, cerramos esta breve reflexión, señalando, que las nuevas líneas de acción educativa que estableció Don Víctor Bravo Ahuja, parecen cerrar un ciclo en la definición de las posibilidades de acción educativa en México.


La situación actual.

De cara a la agenda que definieron principalmente José Vasconcelos y Bravo Ahuja, como expresión de las tareas y compromisos de la Revolución con la sociedad, los años posteriores, muestran un agotamiento de las posibilidades de acción, que tienen repuntes importantes durante el régimen de José López Portillo y Carlos Salinas de Gortari. El resto no presenta relieves importantes.

El derrotero de la educación en México, se atiene ahora a la calidad y equidad, como temas centrales, pero pierde mucho en su capacidad de movilizar a la sociedad con fines de transformación mediante la educación.

A partir del año 2000, el Partido Acción Nacional asumió la presidencia de la república. Se esperaban grandes cambios; pero nada ocurre aún. Hasta ahora, la agenda educativa es monótona y burocrática, ha perdido la capacidad política de encender al espíritu popular.

A todo esto se suma una crisis que limita los recursos para mantener y construir escuelas, equiparlas y mejorar el ámbito del quehacer pedagógico, donde los maestros juegan un papel importante.

El contraste es claro y se puede pensar que Vasconcelos y Bravo Ahuja, agotaron las propuestas surgidas del pacto entre gobierno y sociedad en 1910-1917. Un nuevo pacto quizás sea necesario; tal vez se encuentre en una profunda Reforma del Estado mexicano, para que este nuevo vínculo entre gobierno y sociedad, permita reimpulsar una agenda educativa vibrante, innovadora, eficaz, profundamente humanista y democrática; pero sobre todo, que pueda echar raíces en el pueblo de México.

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