sábado, 18 de julio de 2009

LA PELIGROSA COMUNIDAD DE LOS LECTORES.

La lectura de un buen libro, además de disfrutarse, llama a la reflexión. Pero hay otros, que no son precisamente fáciles de leer, exigen esfuerzo, concentración, consultar otras fuentes, obligan a dibujar diagramas y fuerzan a redactar resúmenes; además de la reflexión, convocan al diálogo con el autor, que no pocas veces, ya ha fallecido. Otros libros le cambian a uno la vida, no sólo las ideas.

Si los libros pudieran clasificarse por sus efectos, diría que van de aquellos que producen placer a los que transforman a las personas. Pero lo que todos ellos tienen en común, es que te llevan a pensar y así, comienzas a cuestionarte muchas cosas; y si el autor del libro tiene la genialidad suficiente, termina uno por cuestionarlo todo.

Por eso formar lectores es una gran responsabilidad; pero debo aclarar antes que distingo entre un lector y un alfabetizado. El alfabetizado es quien puede, además de escribir y expresarse con cierta claridad y sencillez, comprender casi todo lo que lee, sabe obtener información relevante de lo escrito, es capaz de sintetizar las ideas contenidas en un texto y hasta evaluar críticamente la obra del autor.

El lector es capaz de hacer todo lo anterior y algo más: vivir el texto. Esto es, intuir al autor a través de su obra; escuchar su voz en lo escrito, sentir sus frases, emocionarse con ellas: gritar, saltar, llorar o reír, estar o no de acuerdo, cuestionar, comparar. . . reflexionar. Esa es la diferencia, el lector se cree lo que lee; vive la realidad y el texto, y a veces, sólo el texto.

Por eso es delicado formar lectores; porque se forma a seres humanos que son capaces de vivir dos realidades: la de la vida y la del texto. El lector, a pesar de reconocer la virtualidad de la lectura, no le es menos contundente que la de la vida. Confronta o complementa ambas; pero nunca deja de compararlas.

Esa existencia dual, le da al lector un aire de gente de mundo, llega hablar de los autores que ha leído como si los hubiera conocido en persona, o más aún, como si hubiesen sido amigos íntimos. ¡Que osadía! Pero así sucede. Algunos lectores guardan su secreto y no confiesan las vivencias con sus autores preferidos, las guardan para sí; aunque a veces se les nota en la voz o en los ojos. Otro lector es capaz de reconocer esos secretos y terminan, ambos, asumiendo su mutua complicidad.

Los lectores llegan a conocer una gran diversidad de lugares, con una precisión asombrosa, sin siquiera haberlos visitado; aunque terminan haciéndolo. Dicen que Kant, que no salía de Königsberg, hablaba de lugares exóticos como si hubiera vivido en ellos.

El tiempo no marca un solo sentido para los lectores; pueden viajar al pasado o al futuro, además de vivir el presente, y hablan de esos tiempos a veces con cierta pedantería. Nunca viajan solos, siempre son acompañados por los autores de las diferentes épocas y viven con ellos sus aventuras. Saben que otros pueden estar haciendo lo mismo en el mismo momento. Pueden estar en la Grecia antigua con Aristóteles, mientras otros miles de la comunidad hacen lo mismo, y no pueden verse, sino hasta que regresan del viaje. La paradoja de Einstein se cumple también en este caso, pero al revés: los viajeros en el tiempo al regresar, se ven iguales entre sí; pero quienes se quedaron en el presente los ven más viejos y más sabios.

Los lectores, al contrario de los simplemente alfabetizados, son una comunidad celosa, pero no cerrada. Celosa porque se cuidan de aquellos que viven sólo la realidad de la vida, de los “prácticos” o “pragmáticos”; éstos toman distancia de lo cotidiano sólo cuando se duermen, porque además se sabe que sueñan poco, o casi no recuerdan lo que sueñan, porque alejarse del suelo, les da terror, se sienten inseguros. Aunque despiertos se ven dueños de sí mismos, en realidad no lo son; la misma vida los confunde con su complejidad y entonces optan por resolver los problemas de manera simplista y supuestamente eficaz; pero casi nunca lo logran.

La comunidad de los lectores es abierta porque acepta a cualquier alfabetizado si está dispuesto a vivir con autenticidad la lectura; por eso es más fácil que acepten analfabetas, porque si aprenden en la comunidad, tienden a ser sinceros.

La comunidad de lectores es celosa porque no lee lo que le indica la moda de los libros u otros textos; escoge sus lecturas, ya que el plan de existencia es único y cada lector tiene el suyo, aunque lo comparta, y lo comparte en el diálogo de la vida cotidiana; pero a veces también en la existencia textual: es decir, escribiendo. Jorge Luis Borges dijo, y tenía razón, que todo lector termina por escribir. Esto indica el gradual dominio de la realidad del texto sobre la de la vida.

La comunidad de lectores es abierta, porque construye la comunicación entre ambas realidades, y bordea el peligro cuando exige que una corresponda a la otra. Puede ser que el lector termine planteando que la realidad de la vida deba parecerse a la del texto, y se vuelva reformista o revolucionario; o exija que la realidad de la vida deba reflejarse en la del texto, y se vuelva poeta o literato, que para el caso, es lo mismo que ser revolucionario: éste transforma su existencia real, aquel la virtual.

Como sea, llega a ser peligroso engrosar la comunidad de los lectores, uno nunca sabe que sucederá algún día.

Como mi esposa es profesora de literatura, comprendía su insistencia en formar lectores y un día acepté formar parte de un experimento.

Elaboramos un programa para que viejos lectores convivieran con jóvenes alfabetizados de secundaria. Los reuníamos los sábados por las tardes en uno de los salones de la Biblioteca Central de la Ciudad de Oaxaca. No se trataba de leer, sino de que los lectores les platicaran sus experiencias cuando ellos tenían la misma edad de los alfabetizados.

Al principio los jóvenes escuchaban con cierta reticencia a los expositores; pero observamos que poco a poco se iban animando y el pequeño salón se llenaba de voces dialogantes que vibraban emocionadas, aseverando, preguntando, suponiendo, exigiendo opiniones y sobre todo. . .¡libros!

Después de algunos sábados comenzamos a dudar de lo juicioso de seguir con la experiencia. ¿Qué seguía? Los jóvenes se volvían más y más insistentes, no sólo exigían material y más expositores, querían construir su propia experiencia en la Comunidad y se alejaban peligrosamente del ordenado y pacífico mundo escolar. Decidimos suspender las reuniones, la escuela no está preparada aún para tales experiencias.

Sucedió que los jóvenes publicaron un periódico escolar con la asesoría de su maestra. En él publicaban las noticias de la escuela, sus experiencias como lectores; pero las cosas fueron subiendo de tono: comenzaron a publicar cuentos, pequeños ensayos, editoriales críticos, y terminaron denunciando a algunos directivos por vender la clave de los exámenes.

El periódico fue clausurado y mi esposa estuvo a punto de ser suspendida en el colegio. Por eso digo que la escuela no está aún preparada para estas cosas, y por ahora debe limitarse a alfabetizar a los jóvenes.

Por nuestra parte, comprendimos que un interés noble, puede a veces perjudicar a los muchachos y que la formación de lectores debe asumir, en una sociedad como la nuestra, una lógica conspirativa. Leer , en el sentido que lo explico, es subvertir el orden, o al menos confrontar la vida con otra realidad. Es peligroso.

Cuando los lectores observan los intentos comerciales o políticos de “fomentar” la lectura, guardan silencio; aunque no aceptan que se falsee la integración de los alfabetizados a la Comunidad, participan en ellos, porque de algún modo facilitan los ritos reales de la iniciación.

Se puede alfabetizar en masa, pero en la Comunidad, por más grande y numerosa que sea, la experiencia será profundamente individual. Sólo en el individuo es posible el misterio de la dualidad de la existencia lectora, misma que hace posible una convivencia, más comprensiva, reflexiva, transformadora, sumamente lúdica y placentera, en resumen, una convivencia más humana; pero, advierto, no deja de tener sus riesgos.

samaeldobeela@gmail.com

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