martes, 22 de junio de 2010

CARLOS MONSIVÁIS

Con la muerte de Carlos Monsiváis se cierra una época, al menos para mí.
Monsiváis forma parte de un conjunto de símbolos que caracterizan un período de mi vida: el de la rebeldía, la crítica, la búsqueda de la libertad, de la justicia. . ., de la revolución. Una edad de romanticismo y de lucha social.
La figura de Carlos Monsiváis, representó, para muchos jóvenes de mi generación, la ironía lacerante con la que había que tratar a un régimen político autoritario y a una sociedad en decadencia: Monsiváis era, por excelencia, el crítico de lo cotidiano, de aquello que las herramientas del marxismo no alcanzaban a desmenuzar por ínfimo, por cotidiano.
Sumidos en las solemnes y calurosas profundidades de lo que considerábamos histórico, lo que Monsiváis escribía refrescaba, hacía sonreír, cuando no reír a carcajadas; era genial, nos divertía al mismo tiempo que nos ilustraba. Sin embargo no acababa de convencerme su ubicuidad ideológica, no era fácil adivinar cuál sería su posición ante un hecho político importante; por eso mantenía una prudente distancia con respecto a su opinión, no obstante, algunas de sus obras me gustaban.
Monsiváis tuvo siempre una admirable capacidad para ver en los detalles de lo cotidiano lo trascendente, lo relevante y supo someterlos a crítica sin falsas solemnidades; ni siquiera buscaba demostrar que tenía razón en algo, su crítica, en ese sentido, era pura, consistía en simplemente exponer la paradoja que encerraba un acontecimiento, una conducta, una frase, un gesto. . . y ubicarlo en el contexto adecuado para provocar la sorpresa y después la risa. Este último efecto era el esperado, después de que el lector riese de lo acontecido vendría la toma de conciencia y quizás la acción que procurara el cambio.
Carlos Monsiváis no esperaba que su obra diera paso a la tan ansiada praxis, buscaba la acción consumándose, en proceso y si juzgaba que la acción social era justa, se hacía presente; no para ofrecer discursos y menos para dirigir, aparecía simplemente para que su figura reforzara con mayor profundidad psicológica, la crítica que dicha acción encarnaba : Monsivais fue un psicólogo de masas de un estilo lacaniano, se notaba más su ausencia que su presencia.
Un hecho que me causó extrañeza, cuando lo descubrí, fue su presencia en algunas películas, presencia fugaz, perceptible al cien por ciento, pero difícil de identificar, me refiero a sus actuaciones en “Los Caifanes” y “Las malqueridas “. Cuando yo era niño, fui asiduo espectador en el cine “Juárez “ de Juchitán, toda una institución que, al igual que el “Bar Taurino”, merece que se escriba su historia.
En aquel entonces no sabía que coincidía con los gustos cinéfilos de Carlos Monsiváis, el disfrute de las películas de : Joaquín Pardavé, Cantinflas, Pedro Infante, Pedro Armendáriz, María Félix, en fin, de lo mejor del cine mexicano de los años 40´s y parte de los 50´s. Yo era entonces un niño he dicho, pero me pasaba todas las noches viendo películas o ayudando a mi padre que en ocasiones operaba los proyectores del cine, en aquella sala sin techo del cine “Juárez”, en la que se podían ver las estrellas, lo mismo en la pantalla que en el cielo.
Otra coincidencia extraña que me atrajo más a Monsiváis, fue el gusto por la lectura de la Biblia. Víctor de la Cruz fue quien me dijo que el Croni-Ensayista de México encontraba un particular placer en la lectura de las Sagradas Escrituras, especialmente en la traducción de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera , que poca gente sabe, fue la primera traducción de las lenguas originales ( no del griego) vertida directamente al castellano. Una raya más al tigre: Monsiváis ganó terreno en mi afecto, pero mi relación con el escritor fue a través de sus obras y de algunos amigos en común, nunca de manera directa, lo cual siempre lamentaré.
No estuve de acuerdo con algunas de sus opiniones; pero siempre admiré su lúcida capacidad de crítica, su honestidad a toda prueba, su peculiar estilo literario, su apoyo a las causas de los más vulnerables y su amor hacia los animales.
Últimamente me pareció verlo cansado, me dio la impresión que había perdido frescura, que se repetía, que se parodiaba; pero nunca vi disminuido su compromiso con el pueblo, con la cultura, con la verdad.
Una época se cierra con la muerte de Carlos Monsiváis, ambos, descansen en paz.

No hay comentarios: