jueves, 18 de marzo de 2010

AMORALIDAD Y POLÍTICA

El mal de la democracia en México, tiene que ver con, además de la arquitectónica defectuosa(E. Dussel), la amoralidad de los políticos.
Lo que hoy observamos como un libre tránsito de personajes de un partido a otro, es un pálido reflejo de su amoralidad, de su falta de principios. Cuando alguien se afilia a un partido político, se asume que lo hace porque se identifica con la plataforma de dicho partido, los valores y la orientación que ostenta.
Y es que la falta de principios, o lo que yo llamo, la amoralidad de la política, tiene efectos más perniciosos, por ejemplo: la incapacidad de los políticos de formular plataformas coherentes; esto es, propuestas para las acciones de gobierno que movilicen a la población y tengan un sentido social, es decir, que dichas acciones beneficien a todos.
Al parecer, al político actual eso poco le importa, porque su quehacer tiene que ver con lograr el poder para lleva acabo sus planes personales o de grupo y así alcanzar sus objetivos, no el bien común. ¡Cuidado! No se juega a la política impunemente.
Es verdad que la lógica de la política conduce, en efecto, al poder; pero es un poder que debe estar al servicio de la sociedad, no es el mismo tipo de poder que deviene del uso de la fuerza; sino aquel que deriva de la puesta en acto de la voluntad ciudadana.
Quizás por eso observo en las pre-campañas un débil esfuerzo de los postulantes por escuchar e intercambiar propuestas con la base de sus partidos. No veo que los pre-candidatos se den un tiempo para dialogar con sus partidarios y tomen nota de sus necesidades o deseos.
Los actos se reducen al saludo, los discursos, la petición del voto y las fotografías. La política en Oaxaca no soporta más frivolidades, se debe trabajar a fondo: a construir plataformas que expresen compromisos y sean capaces de movilizar a la población.
Eviel Pérez Magaña ha enfatizado la construcción de carreteras, me parece un planteamiento acertado, porque tiene efectos múltiples y beneficia a todos. A Oaxaca le urge la integración de su territorio, pero también necesita la integración social, política y económica. Pérez Magaña irá por buen camino si somete a consulta cómo lograr la integración de Oaxaca en los otros tres aspectos.
Gabino Cué Monteagudo no encuentra la puerta. Tiene, por principio, el estigma de quien abandonó su partido y se fue a probar suerte a otro instituto político, mala seña, porque indica una amoralidad y un pragmatismo que envilece al poder político. Pero dándole el beneficio de la duda, concedamos que hoy ha asumido los principios de la izquierda democrática; cosa difícil de argumentar por su alianza con el PAN, que no niega ser un partido de derecha; pero con todo ello encima: ¿Qué es lo que ha propuesto? Hasta ahora ha convertido su discurso en un río de lamentos y quejas, cuando no en lugares comunes que recuerdan su origen priísta.
Las actuales pre-campañas no se emplean para construir consensos a partir del interés de conformar plataformas políticas; los actores parecen más interesados en poner obstáculos a sus oponentes y desactivar sus eventuales puntos de apoyo. Eso en política se puede y se debe hacer, pero no debe ser lo que defina dicha actividad. No es el lado negativo de la política el que le da legitimidad, sino el positivo: la construcción de estrategias para movilizar al pueblo.
La falta de principios, la ausencia de una moral política es la causa de la falta de propuestas y la pobreza de las campañas políticas. A los partidos políticos les falta la iniciativa para formar cuadros, de verdaderos militantes educados en su historia, sus propósitos, el compromiso con su electorado, con una moralidad a toda prueba y una lealtad a su organización política.
Hoy pululan en los partidos los oportunistas, ahora llamados pragmáticos, ganapanes del mercado electoral que después se encumbran en el poder para continuar con su negocio. De esos, ya tuvimos bastante.

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